Buscamos la coherencia en todo el proceso del proyecto, desde el primer pensamiento hasta el último detalle en obra.
La intención tiene que manifestarse en cada momento.
La representación y los instrumentos que utilizamos tienen que estar al servicio de este pensamiento, y ser también impulsores del proceso.
La sensualidad del rastro que deja la mano mediante el lápiz, la materialidad de un papel, los dibujos no terminados que reposan sobre la mesa de trabajo; todo esto contribuye a la corporeidad del proyecto.
Necesitamos de esta presencia del dibujo en el papel, sobre la mesa.
Es la mejor manera de acortar distancias entre lo que se va formando y uno mismo.
Preferimos la sensualidad del dibujo a las maquetas.
Y las maquetas, sobre todo las primeras, son siempre papeles recortados o alambres doblados.
Por ahora hemos podido expresar así nuestra arquitectura.
En estos primeros momentos a la caza de la idea, de definición del pensamiento, los materiales escogidos para las maquetas nunca encierran espacios, sino que pueden parecerse a las líneas en el papel, entre las cuales circulan los espacios en blanco.
El ordenador viene mucho después, cuando el proyecto ya está claro.
Huimos de la frontalidad, buscamos las visiones tangenciales.
Esta forma de trabajar está claramente ligada a nuestra manera de percibir y entender el espacio.
Creo que entendemos el espacio desde la movilidad:
movimientos que rebotan para ir palpándolo.
Las visiones del espacio se superponen:
el edificio y lo que hay detrás de él, el paisaje y el edificio a la vez.
Carme Pinós, Carme Pinós, algunos proyectos [desde 1991], Actar
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